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1 junio, 2012Hace unos días las jefas de la cocina española se reunieron para hacer un picnic en las playas de nuestra localidad, Sant Pol de Mar. Aquí os dejamos lo más destacado del artículo escrito por Cristina Jolonch.
Hartas están de que les hagan siempre la misma pregunta. ¿Existe una cocina femenina? ¿Se ha sentido alguna vez discriminada por el hecho de ser mujer en un mundo de hombres? Sin embargo, es la primera vez que se reúnen con algunas de sus compañeras de profesión –no están todas, pero sí constituyen una incuestionable representación de las grandes cocineras españolas– para hablar abiertamente de ello y para cuestionarse aspectos en los que en el día a día ni reparan.
Su trabajo requiere una organización extrema. Tanto si se es cocinera como cocinero. Es una conclusión general, aunque en esa pulcritud, señala Toñi Vicente, hay una herencia de las amas de casa que siempre fueron las que pusieron orden en la cocina. “El orden es un legado nuestro”. Asegura Carmen Vélez, una de las tres alicantinas que participan en el reportaje, que la inmensa mayoría de las mujeres con las que ha trabajado son especialmente resolutivas. “Estamos acostumbradas a hacer varias cosas a la vez. Además, tenemos el instinto innato de alimentar”.
A Celia Jiménez, la primera que obtuvo una estrella Michelin en Andalucía, la pregunta le repele. “Me da rabia leer eso de ‘la cocina con un toque femenino’. No lo soporto. Yo cuando trabajo no distingo entre hombres y mujeres. Se trata de ser profesional y de tener sensibilidad”. Aizpea Oihaneder está convencida de que dentro de veinte años ya nadie se preguntará esas cosas: “Es una cuestión de tiempo. De normalizar una situación que poco a poco va cambiando”. Si es cierto eso de la sensibilidad, observa Beatriz Sotelo que ella debe de ser la excepción. “Creo que mi socio, con el que trabajo en la cocina, es quien aporta el toque de sensibilidad, es mucho más detallista. Yo soy la impulsiva; él, el sosegado. Tal vez por eso nos complementamos bien”.
A Carme Ruscalleda le parece que lo que ocurre en su terreno es un reflejo de una sociedad en la que “aún es noticia que en Alemania una mujer sea canciller”. Cree que es importante recordar que en sus orígenes la cocina profesional requería el uso de herramientas muy pesadas que exigían tener fuerza: “Para manipular la leña, el carbón, las grandes cazuelas pesadísimas, tenías que ser un hombre. La tecnología abrió las puertas a la mujer y también la mentalidad del chef, que empezó a darse cuenta de que la mujer podía aportar ideas y sensibilidad. Veinte años atrás muchas brigadas no permitían la presencia de mujeres. Y si hurgáramos, aún podríamos encontrar en el primer mundo cocinas en las que prefieren evitarla para que no alboroten el gallinero. Ahora, en la cocina de élite, hay un grupo que empuja y que aporta lo mismo que el hombre. Es un avance lento, pero con pasos firmes”.
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