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Eloi Caña, restaurante Dos Palillos Barcelona:
«Fue duro, pero la experiencia resultó inmensamente gratificante»
Este verano he estado dos meses en un restaurante de Barcelona que se llama “Dos Palillos”. Tiene una estrella Michelín y está enfocado a la gastronomía asiática utilizando productos de temporada locales. Es decir los productos locales cocinados en base la cocina asiática. Todo empezó cuando buscaba restaurantes de Estrellas Michelín para hacer las prácticas, yo no conocía el restaurante, lo investigué y finalmente me decanté por este. Yo quería hacer las prácticas en Japón y como no lo conseguí opté por buscar un restaurante asiático en Barcelona, ya que desde pequeño que me interesa la cultura y la cocina asiática. Primero miré la lista de restaurantes de Barcelona con una Estrella Michelín, hice una primera selección y luego pregunté referencias a Panda (profesora de Cocina EUHT StPOL) y me ayudó a decidirme por este.
La verdad es que hice una buena elección, sabía que iba a ser duro, pero fue más duro de lo que creía, ya que los restaurantes con Estrella Michelín requieren mucha dedicación horaria, con lo que hay días que te pasas unas 15 horas en la cocina y sólo descansas en las comidas… fue un poco duro pero la experiencia resultó muy gratificante.
El día a día era un poco variable. Teníamos diferentes horarios, unos días de 2 hasta al final del servicio de noche a las 12 o 1, y luego los fines de semana, jueves, viernes y sábado, entrábamos a las 10, hacíamos el servicio del mediodía, y luego el servicio de noche. Y luego los sábados cuando acabábamos los servicios tocaba limpiar todo el restaurante. Durante el día a día lo más duro es cuando los martes hacías la mise-en-place para toda la semana y luego los demás días ibas ampliando lo que faltaba.
Me gustó el hecho de que desde el primer día directamente ya entras en acción bajo los cocineros de allí. En mi opinión creo que es muy bueno, pero al principio cuesta un poco coger un ritmo que no estás acostumbrado. Tardas unos días a adaptarte pero vale mucho la pena. Siempre es bueno ver el trabajo desde cero, el hecho que te exijan sin saber si lo podrás hacer o no, hace que te esfuerces más para llegar, y aun así te exigen aún más, y más rapidez, es un proceso un poco duro hasta que no coges el ritmo. Luego te das cuenta de lo que has aprendido y de lo bien que te ha servido tanta pulcritud.
Al principio fue todo muy nuevo sobretodo el ritmo de trabajo. Luego te sientes un poco inseguro ya que al esforzarte y ponerte las pilas tan rápido también provoca que hagas errores, es normal. Y una vez has cogido la mecánica de trabajo es cuando te sientes muy bien ya que notas la progresión de los dos meses de trabajo, lo haces todo con mucha más soltura y se nota el aprendizaje. Al repetir cada semana los mismos procesos hace que al final vayas más rápido y con más agilidad al hacer las cosas. Sí que es verdad que primero hay un periodo de adaptación y orientación, que sería el primer mes y luego pasa volando.
En mis prácticas he aprendido la intensidad y constancia del trabajo, además de muchos conocimientos, metodología y la perseverancia de aprender con errores para llegar a la perfección.
Es una experiencia recomendable para todos aquellos que sean conscientes que van a trabajar duro ya que se hacen evidentemente más horas que en la escuela y más seguidas. Como anécdotas puedo contar que vino un día Chicote como cliente y también Ferrán Adrià.
Marta Campillo, Hotel Ritz Carlton Jakarta:
Nunca he aprendido tanto como en mis practias en Indonesia
Soy una estudiante de cuarto curso en la escuela universitaria de turismo de Sant Pol de Mar, aunque actualmente estoy de ERASMUS en Dinamarca. Este verano, realicé mi periodo de prácticas en Jakarta (Indonesia), concretamente en el hotel Ritz Carlton.
En un principio, la idea era estar la mitad del periodo en pastelería, y la otra mitad en servicio de banquetes. Pero al final conseguí quedarme todo el tiempo en pastelería, donde había muchas cosas que aprender. Tengo que confesar que al principio me costó un poco adaptarme, ya que la cultura, la gente, la comida, y todo en general es completamente diferente.
Mi primer día en la pastelería fue un caos, la gente apenas hablaba inglés y yo estaba totalmente perdida. ¡Ni siquiera sabía que existían tantos tipos de frutas e ingredientes diferentes! Pero todo fue mejorando gracias a mis compañeros, que, después de haber tenido la oportunidad de estar en Indonesia, puedo decir que son las personas más felices y trabajadoras que he conocido.
La pastelería del hotel está dividida en 5 departamentos (Bakery, Production, Chocolate room, Ice-cream room y Banquets). Yo empecé en Producción, que para mi gusto, fue lo más aburrido. Mi trabajo consistía en terminar la presentación de los postres que se consumían en el restaurante, que cambiaban cada dos días.
Después de unas semanas, roté al departamento de banquetes, donde pasábamos horas rellenando platos con dátiles, y postres típicos Indonesios . Y es verdad que puede parecer un trabajo un poco monótono, pero mis compañeros hicieron que fuese cada día con más ganas. A las dos semanas, empecé en la Sala de chocolate. Creo que nunca he aprendido tanto en tan poco tiempo como allí. Aprendí a hacer bombones de diferentes sabores y colores, ¡Hasta a hacer KitKat!, a saber como decorar una tarta para cada ocasión (Cumpleaños, bienvenida…) y a imprimir logos en chocolate. Me encargaba de preparar los amenities para las habitaciones y me aseguraba de realizar todas las guarniciones para los postres del día siguiente.
Pensaba que ningún departamento podría ser mejor, pero me di cuenta de que estaba equivocada cuando cambié a “Bakery”. Mi trabajo consistía en la producción del pan, bollería, galletas y macarons de todo tipo de colores. Sin duda fueron mis mejores días allí.
Y para terminar, pasé a la sala de helados. El departamento en el que más responsabilidad tenía, pero a la vez en el que más libertad. Cada día al llegar hacía la base de helado, lo que me llevaba un tiempo, y después añadía diferentes sabores y hacía los helados y sorbetes que mis compañeros servirían en el restaurante.
Sin duda, a pesar de lo duro que fue al principio, ha sido una experiencia increíble que volvería a repetir. Me quedo con todos los nuevos conocimientos y técnicas que he adquirido, pero sobre todo con la gente. Con su forma de enseñar, su paciencia infinita y sus inagotables ganas de reír a toda horas., que hacen que el trabajo sea, más que una obligación, un juego.